Por Lidia Hunter
Esta es el primer texto que escribo para este blog, que inicié cuando no pude encontrar información de los paisanos que viven en New York. La búsqueda seguramente continuará, pero hoy inicio lo que espero se convierta en un gran punto de encuentro entre nicas.
Quiero decir que me siento privilegiada por vivir en New York, una ciudad donde convergen millones de personas que tienen diferente cultura, idioma, experiencia, profesión, raza, color, posición económica y quien sabe cuántas diferencias más. Lo cierto es que esa diversidad enriquece a esta ciudad y la convierte en un centro cultural internacional.
El destino me ha traído a esta gran metrópoli donde estoy enseñando el idioma español y aprendiendo idioma inglés. Gracias a mi experiencia como periodista profesional, dar clases de español es algo fácil y divertido. Y quizás por esa misma razón, aprender inglés también.
He vivido en México y en España y he tenido la oportunidad de conocer a muchas personas, pero es ahora, entre otras tantas cosas, cuando empiezo a descubrir en toda su magnitud la tolerancia, sin la cual no podría concebirse una convivencia armónica.
Mi primera gran experiencia de tolerancia la viví recién llegada a New York. Fue en una escuela de inglés. En el grupo había una joven vestida de negro de pies a cabeza. Una musulmana. Es relevante para mí porque jamás había estado tan cerca de una de estas misteriosas mujeres. Un día decidí sentarme a su lado. Debo confesar que con cierto temor de irrespetar su religión o su forma de vestir, pero tenía mucha curiosidad por conocerla.
Era una chica muy tolerante, agradable, dispuesta a hablar de cualquier tema con mucho respeto hacia los demás, pero parece que esa actitud no es contagiosa como la gripe, sino que se aprende siendo tolerante cada día.
Mi primera gran experiencia de tolerancia la viví recién llegada a New York. Fue en una escuela de inglés. En el grupo había una joven vestida de negro de pies a cabeza. Una musulmana. Es relevante para mí porque jamás había estado tan cerca de una de estas misteriosas mujeres. Un día decidí sentarme a su lado. Debo confesar que con cierto temor de irrespetar su religión o su forma de vestir, pero tenía mucha curiosidad por conocerla.
Era una chica muy tolerante, agradable, dispuesta a hablar de cualquier tema con mucho respeto hacia los demás, pero parece que esa actitud no es contagiosa como la gripe, sino que se aprende siendo tolerante cada día.
Así es que continúo tratando de aprender....
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